Diseñados para la salud

Descifrando las señales de la naturaleza

A cada paso, encontramos consignas como evite Ud. esto o aquello si quiere reducir peso, si desea prevenir enfermedades crónicas o evitar el cáncer, si necesita controlar su diabetes o si ha decidido potenciar la salud cardio-vascular o reducir el colesterol… O, por el contrario, consuma cada día tal o cual producto para conseguir una piel sana, una visión óptima, una memoria prodigiosa, uñas sólidas, un cabello fuerte… o para evitar anemias, osteoporosis, infartos o cualquier otra disfunción de mayor o menor gravedad. Recomendaciones extraídas de diversidad estudios, experiencias y conclusiones de diferentes calados.

En cuestiones de bienestar, no debiéramos olvidar que la biología tiene mucho que decir. Y, biológicamente, los seres humanos formamos parte de un proyecto conjunto que implica a todos los seres que poblamos la Tierra. Somos una pieza más del sistema global que es el Planeta Tierra, quien, a su vez, tan solo supone un elemento minúsculo de ese desconocido e inmenso Universo que nos contiene.

Cada uno de nosotros desarrolla su vida en interdependencia absoluta con esa Tierra a través del ecosistema concreto en el que habita. A veces olvidamos que somos una especie animal en convivencia constante e ineludible con todos los demás seres terrestres, animados o no, y que, por tanto, estamos sometidos a las mismas leyes que rigen la vida y las relaciones de cada uno de nuestros cohabitantes terrícolas.

Las Leyes de la Naturaleza se soportan en un principio de retroalimentación cíclica dentro del sistema. Queda establecido que cada inquilino tomará de él lo que necesite, lo utilizará y lo transformará, para después revertir a dicho sistema lo que para él son sobrantes; otros seres esperan recibirlo para hacer buen provecho de ello y repetir el modelo, cerrando constantemente la retroalimentación entre diferentes. Se asegura, así, la sostenibilidad del conjunto cuyo fin último es la supervivencia del sistema.

Diseñados para la salud: una perspectiva integral

Lo que es a gran escala lo es también a escala menor; de modo que el patrón se repite si consideramos sistemas parciales. Por ello, si concentramos la atención en cada uno de los individuos observaremos un duplicado exacto del esquema: cada ser vivo está diseñado para la supervivencia.

El fin último de la biología individual es conservar la vida propia, asegurar la vida del grupo y salvaguardar la supervivencia de la especie, necesaria, a su vez, para mantener el equilibrio del ecosistema que le dio origen. Para ello cada ser, cada persona, establecerá un intercambio constante con el medio. Habrá de observar qué es lo que este le ofrece y, dentro de esa oferta, seleccionar los materiales que mejor abastecerán sus propias necesidades. Deberá tratar responsablemente ese producto, tomar del medio lo que precisa, no más, y cumplir con el compromiso de revertirle un residuo limpio y reutilizable por otros seres.

Para desarrollarse en salud, el organismo precisa de unas condiciones óptimas para la vida que abarcan dos esferas: Por un lado, requiere un aporte regular y suficiente de oxígeno, de agua y de alimento de calidad que cubra sus necesidades físico-químicas. Por otro lado, un aporte no material, imprescindible de igual modo para mantener la vida, que repercute tanto en el plano orgánico como en el relacional, y que demanda satisfacer la necesidad de protección, de valoración y de afecto y amor, imprescindibles para crear salud y preservar, mantener y transmitir la Vida.

Esta perspectiva alumbra un enfoque global e íntegro de la Salud, entendida como el estado de bienestar físico, mental, emocional, social y espiritual que realmente es. Este entramado determina las condiciones en que se desarrolla la vida del ser humano.

Construyendo las bases de la salud

Aquí tenemos las vigas maestras del edificio de nuestra salud. Habremos de asegurar la calidad óptima de cada uno de los alimentos que las conforman para evitar que flaqueen o se agrieten poniendo en peligro la propia integridad.

En cuanto al alimento material, el respeto al entorno nos lleva a optar por productos de temporada, frescos y naturales. ¿Es natural tener tomates o fresas en enero, en Europa? No digo normal; digo natural. Preguntemos a nuestros mayores que conocen bien la evolución cíclica de las cosechas. En su defecto, internet también goza de buena memoria.

¿Los productos “refinados”, desnaturalizados y empobrecidos, son naturales? Su producción favorece a la rentabilidad empresarial, pero lo hace a costa de arrasar nuestra salud. Poner en la dieta alimentos integrales y ecológicos cotidianamente, de manera regular y reiterada, favorece espectacularmente las funciones metabólicas y respeta el sistema. Los granos completos son semillas portadoras de la esencia de la vida (judías, arroz, quinoa, mijo, lentejas, garbanzos, sarraceno, centeno, lino, piñones…)

La ley del respeto a largo plazo condiciona el uso exclusivo de productos libres de tóxicos y de químicos sintéticos, tratamientos radiactivos o transgénicos tan presentes en la agricultura, la ganadería y la industria alimentaria. Es ineludible el consumo de alimentos de producción ecológica y biodinámica.

El equilibrio esencial: alimento emocional y físico

Respecto al alimento emocional, seleccionemos también lo mejor. ¿Mi entorno es seguro? ¿Estoy rodeada de personas que contribuyen a que me sienta valiosa? ¿Respeto mi espacio? ¿Puedo crecer y elegir? ¿Me siento amado? ¿Me amo? ¿Me respeto y me doy valor? ¿Cuido de mí misma como del mejor de los tesoros? ¿Vivo en gratitud y aceptación? Saneemos el lugar desde el que vivimos la vida.

Es de trascendencia vital decidir activamente y con esmero qué dejaremos entrar en nuestro ser, porque sólo en condiciones óptimas para la Vida podrá nuestro cuerpo responder con Salud, tal como su naturaleza pretende.

Por contrapartida, si le abrumamos con aportes excesivos, innecesarios o perjudiciales intentará protegerse poniendo en marcha mecanismos de urgencia, intentando retirar aquello que le agrede o le estorba, eliminarlo o aparcarlo en los rincones a fin de sobrevivir. Las consecuencias serán excesos de grasa en tejido adiposo, ácido úrico en articulaciones, hiperglucemia, depósitos minerales en las paredes arteriales o cálculos en vías biliares o urinarias, procesos degenerativos y múltiples alteraciones funcionales u orgánicas.

Si algo no va bien en nuestra salud, erraremos tachando al cuerpo de incompetente y tratándolo como tal. Miremos, a la vez con detalle y con perspectiva amplia, qué le le estamos aportando y en qué condiciones le exigimos que desarrolle su andadura. Corrijamos y confiemos, porque tenemos la inmensa suerte de estar Diseñados para la Salud.

Fdo.: Dra. Paz Bañuelos Irusta