La primavera, anuncia el momento de airear la casa.
Tras los cortos, oscuros y húmedos días de invierno, volvemos al renacer primaveral que nos trae ese frescor más abierto, suelto, ligero y ya apetecible, promesa de días crecientes y de explosión vital inundada de luz y color y envuelta en temperaturas suaves.
Ante cada cambio de estación, habremos de cambiar el paso para seguir fluidamente la melodía que acompaña al momento. Bailar al son, sin perder el compás y salvaguardando la armonía, el equilibrio y la fluidez en este cambio gradual de cadencias. Para ello habremos de mutar progresivamente nuestra forma de hacer y de estar.
En este comienzo de estación es conveniente ir pensando en reemplazar las comidas densas que han reinado en los meses pasados e ir acomodando en su lugar, preparados más livianos y más frescos. De este modo tan sencillo, contribuiremos a eliminar los excesos acumulados al abrigo de los fríos y las humedades invernales y permitiremos al organismo hacer una adecuada puesta a punto.
Estamos en el momento más adecuado para llevar a cabo ese saneamiento a fondo que toda casa requiere al menos una vez al año. Revisar y desempolvar los rincones, retirar lo que no sirve, airear las estancias con esmero, liberar las cañerías, reparar los desperfectos, renovar…
El cuerpo que cada cual habitamos es nuestra vivienda primera; la imprescindible, la más preciada, la que con mayor minuciosidad debemos cuidar asegurando a cada instante su buen estado. Ninguna otra, ni la más espectacular y lujosa de las mansiones, serviría para esconder el deterioro o el derrumbe de esa nuestra verdadera y más íntima residencia. Atenderla es una responsabilidad individual que no conviene eludir.
Te propongo, como primer planteamiento, pensar en comidas ligeras y menos abundantes; así exigiremos al organismo menos trabajo de incorporación y asimilación y le daremos ocasión de centrarse en eliminar lo perjudicial y lo innecesario.
Es el momento de verduras verdes y de hoja como los berros, escarola, guisantes y tirabeques, alcachofas, hojas de rábano y nabo o remolacha, acelga, verduras de tallo como el apio, la inevitable cebolleta, espárragos trigueros y blancos, endivia… como representantes de la familia de las coles contamos con la lombarda y kale, que se suman a las, aun disponibles, berza, brécol, coliflor… y raíces de zanahoria, nabo, rabanito, quizá chirivías…
De ellas, de las hortalizas primaverales, obtendremos depuración, flexibilidad, hidratación y energía de activación además de una gran variedad de minerales, vitaminas, fibra, antioxidantes y otros fitoquímicos.
Es el mejor momento del año para poner en marcha un plan detox:
- Aparquemos los tóxicos (alcohol, tabaco, azúcar, químicos…) son enemigos de la depuración.- Demos prioridad a las distintas verduras de esta temporada.
- Recortemos los tiempos y las temperaturas de cocción para refrescar las preparaciones.
- Preparemos hervidos breves, verduras al dente, fermentados de hortalizas como el chucrut, verduras escaldadas o cocinadas al vapor.
- Se pueden alternar con algún salteado rápido, al estilo wok, cocinado sobre poco aceite o incluso sobre agua si se desea más ligero.
- Recortemos la proporción de alimentos de origen animal. Menos carnes, pescados o huevos. Evítalos por la noche.
- En su lugar, pon leguminosas. Compatibilizan muy bien con la primavera: Variedad de judías, lentejas, garbanzos, soja. Se abre la veda de guisante y haba fresca y no durará mucho tiempo.
- Pequeñas cantidades de semillas naturales de calabaza, lino, sésamo, chía o almendras, piñones, nuez… serán buena compañía.
- La quinoa o el arroz integral, entre otros, darán solidez y saciedad a tu menú.
Con esta noción de energía fresca, naciente, de apertura, de renovación, pongamos sobre nuestra mesa primaveral propuestas saludables, sencillas y sabrosas.
Que lo disfrutes.
Fdo.: Dra. Paz Bañuelos Irusta