Cuando se anuncia el otoño, la energía ambiental cambia progresivamente, dejando atrás la luminosidad abierta y franca de los días calurosos y anunciando un estar más matizado, más fresco, más húmedo, más cambiante…
Estrenamos una preciosa estación, plena de colores cálidos que se entrelazan a capricho para regalarnos un magnífico espectáculo visual.
Se ha completado la maduración de los frutos que, tras haber asimilado y transformado la exuberante y expansiva energía del verano, portan el dulzor de la naturaleza en su estado puro y proporcionan las imprescindibles semillas que perpetuaran el devenir de la vida.
Cada célula corporal siente en sí misma estos ciclos.
Durante el estío todo nuestro ser y nuestro estar se han empapado de ese clima extrovertido y caluroso que inundaba el día invitando al asueto y la despreocupación más que en cualquier otro momento del año.
Con ello, hemos disfrutado de unos hábitos relajados con horarios indefinidos, hemos dejado que las necesidades se aligeraran y las obligaciones pasaran a un segundo término en favor del entretenimiento y la distensión. El disfrute ha sido la prioridad encaminada a sacudirnos el estrés, recargar las baterías y liberar nuestro lado más creativo.
Como consecuencia nos encontramos en plena forma disponibles para desarrollar ideas innovadoras, acometer interesantes proyectos, retomar tareas con una mirara renovada y establecer fructíferas relaciones.
Si no es así como te sientes, quizá haya algo que revisar.
Los meses de verano se asocian a una dieta más fresca, adaptada a las condiciones meteorológicas, a la disponibilidad y a la climatología de esa temporada.
Tendemos a llenar nuestras mesas de ensaladas, gazpachos, frutas, zumos, helados, yogures y postres lácteos y multitud de bebidas, que acompañan a preparaciones rápidas, picoteos, precocinados, barbacoas…
Se consumen constantemente refrescos, sangrías o limonadas, sorbetes, cerveza, vino, licores… que con frecuencia se sirven muy muy fríos.
Dependiendo de las características individuales y de la profusión con que se hayan consumido estos productos, llegado el otoño, puede traducirse en debilidad energética, cansancio, apatía, decaimiento, malestar general…
Estos síntomas no son para nada infrecuentes, Aparecen en una parte considerable de la población, en el momento en que la vida cotidiana vuelve a exigir disciplina, horarios y una ineludible dedicación.
De hecho, se ha acuñado la denominación de “síndrome de estrés postvacacional” para referirse a este padecimiento que puede llegar a producir cambios de humor, ansiedad, alteración del sueño y/o del apetito, dolores musculares, disminución del rendimiento, dificultad de concentración, incluso palpitaciones, sudoración, temblores, etc.
Por supuesto, hay otros factores asociados que favorecen este desarreglo; pero incluso contando con ellos, afrontar el otoño con un buen estado energético es el perfecto antídoto para transitar con fluidez y bienestar la reincorporación laboral y escolar.
Finalizado el verano, los días acortan y la menor exposición solar determina una bajada de temperaturas y un aumento en los niveles de humedad. Nos vemos expuestos a un ambiente más complicado que requiere mayor activación del sistema inmunitario. Hay que mantener la temperatura y preservar el calor en unas condiciones climáticas menos favorables. Hemos de reforzar nuestras defensas, auto-protegernos y adaptarnos al cambio.
Optimizar la alimentación es prioritario para este proceso.
El abuso reiterado de una alimentación excesivamente fría durante el verano conlleva una desmesurada y poco recomendable dispersión energética; no es un buen punto de partida para entrar en la nueva estación.
Compensar ese desequilibrio sin demora, ayudará a restaurar la energía derrochada.
El otoño se deja sentir desde el inicio de septiembre; durante las primeras semanas se dibuja como una transición que deja atrás la explosión exuberante energía ascendente del verano, para entrar en un cambio de dirección, iniciando el descenso del ciclo para mayor concreción de la energía. En estos comienzos se viste de suavidad; las temperaturas suaves, los colores suaves y los frutos dulces son su tarjeta de presentación.
Este es el plazo que nos ofrece para que pongamos al día las reservas quizá dilapidadas durante el periodo estival.
En el transcurso del mes de octubre el otoño se afianza y nos invita a apuntalar las defensas para atravesar con brío los meses fríos y la cara más recia del cercano invierno.
Por ello, es recomendable, no perder el tiempo remoloneando.
Planteemos el proceso como un juego. En realidad es como si tuviéramos que cambiar el paso de baile desde una explosiva salsa caribeña a un minué, progresivamente.
Basta con mirar alrededor y copiar el ritmo.
El plan de refuerzo comenzaría por retirar aquello que lo que nos enfría o nos bloquea.
Se debe sustituir el alimento crudo por alimento cocinado y evitar el exceso de líquidos, especialmente las bebidas frías y, sin duda, los helados y los lácteos.
Evitar las barbacoas, embutidos y precocinados ayudará a despejar el terreno metabólico.
Es el momento de disfrutar de las dulces y cremosas calabazas que invitan a elaborar menús calientes en forma de sopas, guisos, asados o pasteles en coordinación con otras verduras de época o formando parte de potajes.
Toda la variedad de coles (berza, coliflor, brécol, col de Bruselas) está disponible; nos cederán por un lado la energía sólida, centrada y equilibrada que portan y por otro la fluidez y la hidratación liviana propia de las hortalizas. Cocinadas al vapor, salteadas, guisadas, prensadas, encurtidas. Suculentas como plato de verdura, como guarnición, con legumbre, con cereal o en entrantes caldosos, harán las delicias de cualquier momento del día.
Estos vegetales dulces de otoño refuerzan la energía de estómago, páncreas, bazo contribuyendo a regular la glucemia y a estabilizar la función metabólica general.
También dispondremos de zanahorias y boniatos acentuando el dulzor natural de los productos de esta temporada.
Cebollas, chalotas, puerros, rábanos y rabanitos, nabos, rábano daikon, son alimentos con marcada especificidad por el colon; tonifican nuestro intestino limpiando y restaurando su mucosa y la flora simbiótica y regularizando su óptima función.
Los cereales integrales completos, siempre en grano entero, aportarán un sustrato excepcional y nutritivo y liderarán el proceso de re-energetización. No han de faltar en cada ingesta el mijo, el arroz integral, la quinoa, la avena… Su preparación es muy sencilla; simplemente cocerlos y aderezarlos al gusto con productos de temporada.
Las leguminosas, con su elevada capacidad nutritiva, proteínas, minerales, vitaminas, fibra alimentaria, fitoquímicos… contenidos en la deliciosa calidez de un apetitoso y tradicional plato de garbanzos, lentejas, alubias.
La raíz de jengibre y el kuzu completan este escenario de protección y refuerzo del conjunto del aparato digestivo cuya salud se ve claramente respaldada por el marco alimentario que estamos comentando.
Si te gustan las algas (wakame, hiziki, arame…) no dudes en agregarlas al menú. Cocidas con las legumbres, en sopas, con verduras… añadirán un interesante suplemento vitamínico y mineral contribuyendo al refuerzo inmunológico.
El miso es un condimento complementario muy interesante para esta época del año. Con su inmenso poder reconstituyente, reforzará las digestiones, nutrirá la microbiota, mejorará la función glandular y la asimilación de nutrientes, augurando un adecuado tránsito intestinal.
Aderezos suaves con aceite de oliva virgen extra ecológico y condimentos saludables como el tamari, quizá un toque de mostaza, canela, hierbas aromáticas, semillas de lino o sésamo, almendras, nuez, castañas…
Con moderación, fruta de temporada y compotas de manzana y/o pera, cocinadas sin azúcar ni fructosa, ya que la propia fruta los contiene; con su cremosidad y dulzor contribuyen a des-tensionar y relajar.
¡Manos a la obra!
Reinstaurar un adecuado nivel energético puede librarnos de malestar, desgana y cansancio, de tristezas y depresiones, reforzando las defensas frente a enfriamientos, catarros y gripes o diarreas.
Fdo.: Dra. Paz Bañuelos Irusta