Cada comienzo de curso marca una nueva etapa para los estudiantes de todas las edades y para sus familias, que encaran el reto de un nuevo año escolar o universitario.
Sin duda, esta empresa exigirá una buena dosis de motivación y dedicación encaminadas a obtener unos resultados satisfactorios tanto en términos de aprendizaje y capacitación como en lo referente a las siempre inquietantes calificaciones.

Todo trabajo intelectual, para ser eficaz, precisa de una serie de cualidades que debemos poner en acción de manera coordinada.

Poner en marcha una capacidad de concentración suficiente, resulta interesante para un aprendiz de cualquier edad.
El aprendizaje normalmente se beneficia de la focalización; la habilidad para centrar la atención en un proceso determinado, observarlo y tomar medida a los temas que plantea, permite establecer prioridades y diseñar el plan de trabajo: Qué tengo que abordar. Qué retos me plantea. Qué es lo realmente importante. Desde dónde lo acometeré. Qué dedicación me va a exigir. Cuánto tiempo me llevará y cómo distribuiré el trabajo en el tiempo de que dispongo.

La capacidad de resumir es, sin duda, otra magnífica herramienta de estudio; a partir de ella se facilita enormemente la memorización que, aunque frecuentemente es sobrevalorada, tiene su interés y puede resultar valiosa: Dónde está la esencia del tema. Cuáles son los puntos estructurales. Qué es importante recordar.

Con frecuencia, el proceso de estudio demanda cierta perseverancia, especialmente si el estudio se sustenta en la memorización.

Pero no debemos olvidar que el estudio eficaz no consiste invariablemente en enfrentarse a un libro de texto o a un montón de apuntes o informes o a la repetición constante de frases, números o trazos de letras. Las técnicas y las herramientas de aprendizaje son infinitas y las habilidades que contribuyen a la consecución del éxito son igualmente variadas.
Hay que contar con cualidades antaño desprestigiadas y hoy en consideración creciente que potencian la eficacia del estudio-aprendizaje-desempeño.

La agilidad mental es tan valiosa como la propia capacidad de concentración.
No basta con saber qué materia se maneja; es necesario desarrollar una amplia visión de conjunto que permita integrar lo que hoy se tiene entre manos con lo que se hizo ayer o el año pasado.
Una actitud abierta potencia la habilidad para relacionar conocimientos adquiridos separadamente, para establecer nexos entre campos diferentes del saber y una comprensión eficaz, global, no compartimentada y más aplicable a la vida.
Esa mirada con perspectiva dará pie a la relativización y al cuestionamiento de lo establecido y permitirá caminar hacia nuevos paradigmas y evolucionar.

Si perseguimos un aprendizaje sólido basado en la integración y en la capacidad de crecer, habremos de ejercitar la indagación y la experimentación. Ambas serán alentadas y potenciadas por el maravilloso motor de la curiosidad, la inquietud y el deseo de ir más allá de lo conocido.

Es realmente interesante, para alcanzar esta disposición, contar con una buena dosis de juego. Jugar es una excelente herramienta de aprendizaje, de estudio y de trabajo, y no solo para los escolares.
Al jugar se despierta la imaginación y la atracción por el reto, se pone en marcha la creatividad y se estimula la elaboración de hipótesis atípicas, la colaboración y la generación de ideas. Esto es realmente interesante.

Llegado este punto, podría parecer que afrontamos demandas difíciles de ensamblar.
¿Cómo meter en un mismo lote concentración, atención, curiosidad, orden, inquietud, apertura, memoria, experimentación, concreción, juego, imaginación…?
¿Son pretensiones contradictorias?
Lo cierto es que son actitudes no sólo compatibles, sino complementarias, que se adaptan a la perfección desde el equilibrio.

También en la Salud general, la adaptabilidad es la clave.
Los dos principios que rigen la salud son el equilibrio y el movimiento. La capacidad de mantener estables las constantes vitales en un escenario de cambio constante.

El cerebro es el órgano de nuestro cuerpo que más aportes demanda. Aunque representa menos del 2% del peso corporal, consume más del 20% del oxígeno y de la glucosa y requiere un aporte continuado y estable de nutrientes para poder cumplir con su elaborada y especializada fisiología.

Por supuesto, son los alimentos quienes aportan los nutrientes que el cerebro recibirá a través de la sangre y, por tanto, lo que comemos determina el estado de todos los tejidos implicados en el intelecto.
Por otro lado, está la imprescindible microbiota, la flora digestiva. Ella también depende de lo que comemos y habremos de mantenerla en condiciones óptimas; solo así será capaz de proveer al sistema de neurotransmisores necesarios para una adecuada función cerebral, así como de aminoácidos, vitaminas, etc. implicados en el aprendizaje y en el estado emocional.

Por tanto, la persona interesada en conseguir un buen rendimiento intelectual, obtendrá magníficos resultados incorporando unas cuantas recomendaciones a sus hábitos alimenticios y culinarios.

Por ejemplo, el azúcar o el alcohol disminuyen drásticamente la concentración, dificultan la capacidad para fijar y mantener la atención y promoviendo la inquietud y la ineficacia.
Lo mismo ocurre con los alimentos procesados, refinados, tratados con aditivos químicos y desprovistos de nutrientes esenciales naturales.
El abuso de productos muy densos como las carnes, los huevos o los alimentos muy salados, curados o ahumados entorpecen la agilidad mental, la curiosidad, la imaginación y la creatividad.

Quien desee concentración y agilidad mental, habrá de basar su dieta en alimentos completos, naturales y ecológicos, energéticamente compensados en sí mismos.
Una dieta rica en verduras frescas de temporada, con aportes cotidianos de granos integrales de legumbres y cereales (preferiblemente libres de gluten), semillas naturales, fruta local y productos marinos.

Por supuesto, cada persona tiene su idiosincrasia y en base a ella habrá que definir los detalles de sus necesidades específicas.

El aprendizaje óptimo llega con la disponibilidad y la fluidez para bascular, según demanda, entre el estar centrado y focalizado sobre un asunto equis y el abrirse a nuevos horizontes sin mirar atrás.

Una alimentación adecuada aporta la agilidad necesaria para saltar de lo cercano a lo lejano, para pasar de lo concreto a lo abstracto y viceversa. Facilita la tarea de congregar las potencialidades de ambos hemisferios cerebrales y de aprovechar, incluso, los recursos que nos ofrece la parte de nuestro cerebro que habita más allá de la racionalidad.

Fdo.: Dra. Paz Bañuelos Irusta