Menopausia… Andropausia… ¿Qué te sugieren? ¿Bloqueo, curiosidad, rechazo, interés, preocupación, reto, amenaza, serenidad, cambio…? ¿Qué sensaciones despierta en ti?
Cargadas de estigmas socio-culturales, menopausia y andropausia constituyen una de las etapas más interesantes de la vida; sería conveniente para nuestra salud y felicidad superar mitos y devolverle su plenitud.
Nos situaremos inicialmente en los tiernos y agitados años de la pubertad. Llamamos pubertad al periodo de la vida en que las personas, sea cual sea su sexo, experimentan los cambios biológicos que llevarán a su madurez reproductiva. Esta etapa tiene lugar en torno a los 10 a 16 años y señala el inicio de la adorable adolescencia y el final de la adorable infancia.
La pubertad viene determinada por una cascada de procesos neuro-endocrinos comandados por la glándula epífisis situada en el centro del cerebro; bajo su decreto se desencadenan esos cambios biológicos que marcarán el resto de la vida. Las gónadas (ovarios y testículos) maduran y se activa el sistema hipotálamo-hipófisis-gónadas, productor y regulador de las hormonas implicadas en la reproducción, dando paso a la capacidad de procrear.
Este brotar hormonal se hace evidente mediante los denominados caracteres sexuales secundarios que incluyen un conjunto de transformaciones físicas responsables de las diferencias morfológicas entre los sexos. Son los responsables del desarrollo de los genitales, la aparición de vello púbico, axilar y corporal y los cambios en el timbre de la voz. Por añadidura, el predominio de unas u otras hormonas determina el aumento en anchura de las caderas y el desarrollo de los senos y del tejido graso, en unos casos, mientras en otros conlleva ensanchamiento de hombros, mayor desarrollo de la musculatura y la aparición de la barba. Así queda zanjada la indefinición infantil para volcarse, sin entrenamiento previo, en los complejos y desconocidos entresijos de la edad adulta.
Toca, entonces, asumir la responsabilidad del propio cuerpo y sus nuevas necesidades y abordar el entramado incontrolable y sutil de las tan deseadas como temidas relaciones íntimas. Casi un salto al vacío… que exige una buena dosis de coraje y unos cuantos años de práctica continuada con sus aciertos y sus aprendizajes.
Esta escuela, inevitable y exigente, enfila y perfila las andaduras de las siguientes dos o tres décadas, donde, se presupone que está todo más ubicado: la posible maternidad o paternidad, el manejo de los afectos, el deseo sexual y las relaciones íntimas. Todo ello se sustenta en el conocimiento adquirido, tanto del cuerpo que se habita como de los códigos de relación. En lo referente a movimientos hormonales, en este periodo, la biología se desenvuelve dentro de patrones más o menos estables.
Entre la cuarentena y la cincuentena, los niveles de hormonas sexuales que progresivamente han ido disminuyendo, empiezan a mostrarse en manifestaciones concretas. Esto es más evidente en las mujeres porque supone que los ovarios dejan de madurar óvulos y de producir hormonas (progesterona y estrógenos) y con ello cesan las menstruaciones y desaparece la posibilidad de gestación. ¡Bendita Naturaleza! Sería terrible vivir cada día con el temor de quedarse embarazada a los 58, a los 65, a los 74, a los 82, a los 95… Cada cosa tiene su momento. Misión cumplida… ¡y a disfrutar! Los estrógenos no desaparecen totalmente, sino que disminuye su presencia, produciéndose en menor cantidad en las glándulas suprarrenales y en el tejido adiposo.
En los hombres el proceso equivalente, la andropausia, tiene sus propias particularidades. Desde un punto de vista científico se habla de síndrome de déficit de testosterona o de hipogonadismo asociado a edad avanzada; pero nos quedaremos con la terminología más popular de “andropausia” por simplificar y aunar evoluciones que se dan de forma paralela en el hombre y la mujer. En la andropausia, no hay un momento concreto que marque el fin de la producción de espermatozoides. En todo caso, se reducen en número y calidad como consecuencia del desgaste de las células testiculares implicadas en su fabricación y de la disminución progresiva de la hormona testosterona necesaria en el proceso. Como es obvio, en el caso de los hombres, la fertilidad no les expone a las enormes exigencias y los riesgos de un embarazo tardío, así que la Naturaleza lo deja estar.
Tanto las hormonas sexuales masculinas como las femeninas tienen efectos más allá de los testículos o los ovarios y más allá de los ya mencionados caracteres sexuales secundarios. Muchas funciones del organismo se ven influenciadas por ellas. Actúan como protectores cardiovasculares, ayudan a regular las tasas de colesterol, intervienen en la mineralización del esqueleto, en el mantenimiento del tejido conjuntivo, de los músculos, de la piel y las mucosas, el cabello…
Por ello, cuando con la edad la secreción hormonal se reduce y las tasas de estrógenos y testosterona bajan, estas estructuras corporales reciben un menor estímulo y se muestran más vulnerables. Y digo más vulnerables; sólo eso. Cada etapa vital guarda sus propios retos y éste es el que aquí se plantea.
En el plano psicoemocional, es habitual asociar a estas edades un cierto grado de decaimiento del estado de ánimo con apatía, tristeza o ansiedad, irritabilidad, a veces insomnio o dificultad de concentración, fatiga o inapetencia… Sin embargo, estas manifestaciones no son en absoluto exclusivas de la madurez y no parece haber una relación directa entre ellas y los menores niveles en sangre de las hormonas sexuales. Más bien deberemos contemplar, en este contexto, los condicionantes socio-culturales, familiares y laborales que confluyen en este periodo concreto: expectativas laborales que se desvanecen, ascensos que no llegan o la proximidad de la jubilación, cambio familiar profundo con hijos ya adultos o emancipados, el reto de reinventar la pareja sin intermediarios, los tópicos que rezan “belleza igual a juventud” o “atractivo igual a fertilidad” o que asocian el envejecimiento a la pasividad y el deterioro.
Es en este caldo complejo donde se desencadenan conflictos personales cargados de incertidumbres y miedos. Conflictos de relación en ámbitos de trabajo, amistades, hijos, pareja, que requieren a veces transformaciones importantes en el modo de afrontar y/o situarse en la vida. Las nada infrecuentes separaciones crean escenarios insospechados que invitan al reencuentro con una/o misma/o. Son situaciones que exigen una revisión de valores y plantean nuevos desafíos afectivos y quizá económicos que pueden resquebrajar la estructura individual establecida durante años; pero también pueden propiciar el descubrimiento de nuevas posibilidades, de habilidades y pasiones inexploradas que hagan aflorar una vitalidad renovada.
La sexualidad no queda al margen del escenario emocional y se resiente si hay inseguridad personal. Cierto que la dotación hormonal influye en esta esfera y que tanto la lubricación vaginal como la calidad/cantidad de erecciones se ven afectadas. Sin embargo, esto no quiere decir que sean las hormonas las únicas responsables; no lo son. El estado de salud general, los hábitos cotidianos y la dieta son los verdaderos y principales culpables.
Lo cierto es que comportamientos añadidos como el tabaquismo, el consumo de alcohol, los fármacos, la alimentación inadecuada, el sedentarismo, la obesidad… crean una condición de base que es auto-agresiva y desemboca por sí misma en importantes problemas de salud. Y, lógicamente, en una situación más vulnerable sus efectos se multiplican y se agravan. La vía de salida está en aprender y rectificar.
Es posible protegerse de la enfermedad cardio-vascular, de la pérdida mineral de los huesos y la osteoporosis, de inflamaciones articulares, de sequedad o fragilidad de mucosas o de piel, de la labilidad de estado de ánimo, de la sequedad vaginal y de la disfunción eréctil, entre otros. Aunque pueda sonar extraño, esta posibilidad existe; es real. De momento, hagamos tabla rasa. Lo pasado, pasado está.
Independientemente de en qué condiciones se ha llegado hasta aquí, ahora sólo cabe proponerse ir hacia otro lugar, sin demora; a un lugar en el que enmendar los errores intentando recuperar lo dañado. Te invito a abordar las recomendaciones correspondientes, en la segunda parte de este artículo: “Menopausia, Andropausia y Bienestar. 2ª parte”
Queda abierto el espacio para la reflexión y los propósitos.
Fdo.: Dra. Paz Bañuelos Irusta