legumbres

En la primera parte de este artículo compartimentado, reseñaba la enorme carga de estigmas socio-culturales que soporta la fase vital que ahora nos ocupa: la madurez.

Se trata de una experiencia fisiológica que ronda la cincuentena y que sólo puede esquivarse no llegando a esa edad. Por tanto, alcanzarla y atravesarla es un preciadísimo regalo, más aún si concluimos que constituye una de las etapas más interesantes de la vida.

Sería conveniente para nuestra salud y felicidad superar mitos y devolverle su plenitud.

Decíamos que en el organismo adulto va disminuyendo progresivamente la tasa de hormonas sexuales (masculinas y femeninas) lo que repercute no sólo en la procreación sino en diversas funciones del organismo: cardiovasculares, mineralización del esqueleto, tejido conjuntivo, músculos, piel y mucosas …

Pero… ¡Atención! Hay otros factores que determinan el estado de bienestar y salud que gozamos o padecemos a estas edades.

La obesidad y el sobrepeso, el consumo de alcohol o tabaco, los fármacos, el estrés, la alimentación inadecuada, el sedentarismo… son responsables de lesiones y enfermedad.  Producen inflamación, alteración digestiva, insuficiencia renal o hepática, apnea del sueño, arteriosclerosis, diabetes, hipertensión, artrosis, vértigos, cansancio, etc., dañan los procesos y lesionan las células responsables de la producción de hormonas.

Cuando la secreción hormonal se reduce y las tasas de estrógenos y testosterona bajan, las diferentes estructuras corporales reciben un menor estímulo y se muestran más vulnerables.

Entender y atender esa condición de mayor vulnerabilidad constituye el reto que acompaña a esta etapa vital que es la madurez.

Abordar este reto con éxito requiere un planteamiento posibilista y pragmático, dejando a un lado las añoranzas para mirar al futuro con confianza y auto-responsabilidad.

La fórmula es sencilla: si hay una mayor vulnerabilidad… simplemente, habrá que reforzar los cuidados para compensarla con esmero y delicadeza.

Quien desee una madurez interesante, plena de salud física, mental, emocional y sexual y crea que ese tren ya se perdió, ha de saber que cabe la posibilidad de recuperar el asiento en ese viaje. Para ello debe disponerse a establecer ciertos cambios en su estrategia de vida y prepararse para disfrutar de los beneficios.

El primer paso exige observar el punto de partida; analizar en qué estado de salud física, mental y emocional se encuentra cada cual al abordar este periodo.

Lo primero: ¿Fumas? ¿Bebes alcohol? ¿Consumes drogas y/o excitantes? ¿Tomas medicamentos?

Es ineludible desechar los hábitos tóxicos; son obstáculos insalvables y es imprescindible retirarlos del camino; sus efectos nocivos son, ahora más que nunca, una amenaza real.

Punto dos: La alimentación.

Ojalá le concediéramos la trascendencia que realmente tiene en la conservación de la salud y en la recuperación de la enfermedad. ¡Qué herramienta tan sencilla y tan desaprovechada!

Con frecuencia consideramos que comer “lo normal” o “de todo” es una buena fórmula para mantener la salud; pero la realidad demuestra que tal premisa es equivocada. Las patologías habituales leves y graves guardan una relación directa con los hábitos alimenticios; desde la gastritis, acidez, estreñimiento, amigdalitis… hasta las enfermedades inflamatorias crónicas, autoinmunes, degenerativas, artrosis, diabetes, hipertensión… incluso la depresión o el cáncer. Y estas patologías, lejos de ir desapareciendo, son cada vez más frecuentes y se manifiestan a edades más tempranas. Sin duda, no lo estamos haciendo bien.

Como consecuencia se producen fallos en la función, enfermedad y envejecimiento prematuro de órganos, tejidos y glándulas que podrían mantenerse sanos y activos si les alimentáramos correctamente y esto afecta también a la producción hormonal.

La reducción de hormonas sexuales se asocia a una serie de síntomas.

Puede manifestarse una sensación reiterada de acaloramiento repentino. Estos sofocos, acompañados o no de sudoración, son más frecuentes en las mujeres pero no exclusivos de ellas; también hay hombres que los padecen y mujeres que no los sufren. Se producen por una reacción vasomotora diseñada para regular la temperatura corporal eliminando calor por dilatación de los capilares cutáneos. Su aparición súbita está en relación con los momentos de la vida en los que hay cambios hormonales (pubertad, embarazo, meno-andropausia) Son más profusos e intensos en personas con un desequilibrio metabólico, dieta inadecuada o sobrepeso y se desencadenan, muy frecuentemente, en momentos de estrés psico-emocional.

En cuanto a la esfera sexual, en contra de lo que se cree, parece ser que mantener activo el deseo erótico no requiere grandes dosis de hormonas. Son otros factores los que condicionan este comportamiento.

La apetencia sexual requiere: Saberse con el derecho a disfrutar de una sexualidad activa y satisfactoria más allá de los tabús sociales, mantener una vida activa con ocupaciones interesantes y proyectos apasionantes, cultivar la autoestima. Mírate al espejo y gústate. Requiere cuidar las amistades y el aspecto físico, practicar y disfrutar de relaciones armoniosas; vivir cada día desde la gratitud y ver siempre en cada persona su mejor versión.

La disminución hormonal conlleva frecuentemente una menor lubricación vaginal que se resuelve fácilmente dándole tiempo y disfrute al juego amoroso y utilizando, si se requiere, un gel lubricante de calidad. No olvidar que una buena dieta mejora considerablemente el estado de estas mucosas y su hidratación.

Igualmente, los hombres pueden ver reducidas las erecciones, lo que en sí mismo no imposibilita una vida sexual satisfactoria si se prima la comunicación, el juego y el cuidado mutuo.

Sin embargo, si hubiera disfunción eréctil o impotencia con dificultad para conseguir una erección o para mantenerla, este sería motivo obligado de consulta médica. Puede ser consecuencia de alteraciones cardio-circulatorias y/o metabólicas secundarias a hábitos tóxicos (tabaco, alcohol, fármacos…) dieta inadecuada y/o enfermedades que están en el origen del problema y requieren atención.

Instaurar una alimentación terapéutica vuelve a ser prioritario para solventar estos desarreglos.

Añadir que el cuidado de la piel se beneficia absolutamente de una alimentación limpia, hidratante y nutritiva. Y es conveniente prevenir y preservar su buen estado a lo largo de toda la vida.

Llegamos ya al momento de establecer las bases fundamentales de esta eficiente y reparadora Nutrición Terapéutica y lo haré con una relación de pautas imprescindibles que conviene reajustar a la medida de cada persona y su circunstancia.

La alimentación de cada día debe diseñarse con:

  • Alimentos Ecológicos, libres de pesticidas, hormonas o antibióticos, transgénicos, colorantes, conservantes u otros aditivos tóxicos.
  • Verduras abundantes y variadas, frescas y naturales
  • Cereales integrales en forma de grano entero: arroz integral, quinoa, mijo…
  • Variedad de Legumbres: garbanzos, alubias/judías, lentejas, etc.
  • Según elección y conveniencia, Huevos, Pescado o Carnes de animales criados naturalmente y en libertad. Siempre con moderación.
  • Semillas oleaginosas y Algas marinas como interesante aporte de minerales, vitaminas y ácidos grasos.
  • Pequeñas cantidades de Aceite de oliva virgen extra ecológico.
  • Bebidas naturales libres de excitantes, azúcar, aditivos y alcohol.

A partir de esta guía podemos diseñar una dieta eficiente, respetuosa con las exigencias de la salud humana y con demostrados efectos restauradores.

La alimentación así concebida marca el punto de partida para un discurrir hacia el bienestar, más allá de los años que se vayan cumpliendo.

No olvidaré recomendar una actividad física practicada de forma regular; hay millones de posibilidades así que mi consejo es optar por la opción o las opciones que más divertidas y gratificantes resulten.

Más allá de los cincuenta, disfruta apasionadamente de tus años.

Fdo.: Dra. Paz Bañuelos Irusta